Víctor Álvarez R. / Premio Nacional de Ciencias
Nicolás Maduro afirma que la narrativa que lo acusa de ser el líder de
organizaciones narcoterroristas y la recompensa de $ 50 millones que EEUU ofrece
por su captura son una excusa para forzar un cambio de régimen e implantar un
gobierno sumiso en Venezuela que privatice a Pdvsa y le permita apoderarse de
las reservas de petróleo más grandes del mundo.
Si el cambio de régimen que advierte Maduro llegara a concretarse, el
nuevo Presidente de la República recibirá un país en el que el chavismo tiene
el control de la Asamblea Nacional, con 256 de los 285 diputados; y también
gobierna en 23 de las 24 gobernaciones y 285 de las 335 alcaldías, plataforma
desde la cual organiza a miles de milicianos y colectivos armados
dispuestos a defenderse ante cualquier persecución o cacería de brujas que un
nuevo régimen lleve a cabo para barrer del mapa político todo lo que sea o le
parezca chavista.
El chavismo no desaparecerá de la noche a la mañana y ofrecerá resistencia. En respuesta a las amenazas externas, Nicolás Maduro anunció que -en caso de un ataque militar-, la revolución irá a la resistencia armada y Diosdado Cabello confirmó el paso de una revolución pacífica a una revolución armada. Quiénes creen que basta con una operación quirúrgica o intervención externa para derrocar a Nicolás Maduro cometen un grave error de cálculo al subestimar el control territorial, militar, económico, político y social que tiene el chavismo. En esas condiciones, forzar un cambio de régimen por la vía violenta e insurreccional no garantiza una solución del conflicto venezolano ni mucho menos la gobernabilidad del país, tal como ha quedado demostrado en Irak, Libia, Siria y Afganistán:
·
Para derrocar a Sadam Husein se convenció al mundo
de que en Irak se estaban desarrollando armas de destrucción masiva, con ese
pretexto se justificó la invasión militar pero tales armas no se encontraron y
el país quedó sumido en la violencia y destrucción.
·
Las guerras civiles en Libia y Siria y los ataques
militares externos forzaron el derrocamiento y muerte de Muamar Gadafi, y la
huida de Bashar al Asad a Rusia, pero el violento cambio en el mando político
no llevó al fin del conflicto ni mucho menos a la paz.
·
En Afganistán, las tropas de EEUU se retiraron
después de 20 años de ocupación, sin resolver el conflicto interno ni
garantizar la paz; los talibanes volvieron a la ofensiva, fueron tomando las
capitales de provincia hasta llegar a la capital y retomar el poder central,
sembrando de violencia y terror al país.
Con la narrativa de la lucha contra el narcotráfico, la Administración
Trump pretende convencer al mundo de que Venezuela invade a EEUU con enfermos
mentales, delincuentes del TDA y drogas del CDS y así justificar un ataque
militar externo que distraiga la atención y permita ejecutar una fulminante operación
quirúrgica para extraer de Venezuela a quienes la Administración Trump
considera jefes de estas bandas criminales, aunque luego se compruebe que el
país es un territorio libre de cultivos ilícitos, sin laboratorios para
fabricar drogas, y por donde pasa apenas el 5% del tráfico de estupefacientes que se
dirige a EEUU, tal como lo han documentado organismos internacionales
especializados, incluyendo la ONU.
La solución del conflicto venezolano no se logrará en un ambiente
de persecución, amenazas, aumento de recompensas, despliegue de naves de guerra,
ataques letales a embarcaciones venezolanas, operaciones encubiertas de la CIA
y bombardeo a objetivos dentro del territorio nacional. Las graves consecuencias
nacionales e implicaciones geopolíticas que acciones de este tipo pueden
generar, exigen ir más allá de las narrativas que satanizan a Venezuela, criminalizan
a los migrantes venezolanos y justifican ataques externos contra la soberanía
nacional con la excusa de la lucha contra el narcotráfico.
Es necesario detenerse a examinar las consecuencias reales de una
escalada de tensiones que buscan un incidente aislado para justificar el
ataque militar de EEUU a objetivos internos y forzar un cambio de régimen que,
por las razones antes explicadas, desataría una ola de persecución y violencia
que se sabe cuándo comienza, pero no cuando termina. Esa no es la vía para
encontrar una solución verdadera al largo y extenuante conflicto político
venezolano, sin el dolor, afanes de venganza y violencia interminable que suele
dejar una intervención extranjera.
Para evitar que Venezuela caiga en una ola de violencia y destrucción
hay que trabajar en una solución inclusiva, pacífica y democrática, con garantías
de protección y no persecución para quienes se disputan el poder político. Un
acuerdo político que permita recuperar la
alternabilidad en el poder dependerá del balance neto entre los costos de
permanecer en el gobierno y los costos de salida. Con recompensas por su
cabeza y la amenaza de ser capturado en una operación encubierta y quirúrgica para
presentarlo a la justicia estadounidense, quien gobierna se aferrará al poder y
no habrá margen para negociar una solución política y pacífica del conflicto
venezolano.
Si salir del poder se convierte en una cadena de persecuciones,
juicios y condenas, quienes forman parte del gobierno de Maduro tampoco tendrán
incentivos para repetir las elecciones, permitir un referendo revocatorio del
mandato presidencial o medirse en unas elecciones competitivas que pueden
perder. Por eso no se trata solo de repetir las elecciones con un
nuevo CNE. A través de los demás poderes
públicos que controla, el chavismo hará todo lo posible para sacar de la
contienda electoral a quién lo amenace con convertirse en su verdugo. Dicho de
otra forma, la alternabilidad pacífica en el poder
solo se logrará con un compromiso de protección y no persecución entre los
factores políticos que se disputan el mando, independientemente de quien
resulte ganador.
Justamente, por no pactar garantías de no persecución antes de las
Presidenciales del 28 de julio de 2024, el CNE anunció un resultado contrario a
las encuestas preelectorales, a las consultas a boca de urna y a las actas en
manos de los testigos de la oposición. Quienes
reclamaron el triunfo en las Presidenciales, en vez de volverse a contar en las
parlamentarias, regionales y municipales para demostrar con quien está la
soberanía nacional ejercida a través del voto, lo que hicieron fue llamar a la
abstención y perdieron la oportunidad de comprobar su verdadera fuerza y apoyo
popular. Gracias a la abstención y división de la oposición, el chavismo arrasó
con la mayoría de los diputados a la AN, gobernaciones y alcaldías del país, y
ahora tiene el control del poder legislativo y de la mayoría de los estados y
municipios del país con los cuales un nuevo régimen se verá obligado a
coexistir y entenderse.
Venezuela está psicológica y
emocionalmente extenuada. El ambiente de amenazas,
ataques y alistamiento militar neurotiza a la población, los hogares
venezolanos están atormentados por la angustia que genera el despliegue de
naves de guerra de EEUU hacia Venezuela, los bombardeos letales a embarcaciones
de origen venezolano, amenazas de ataques militares externos a objetivos
ubicados en el territorio nacional, y los llamados a alistarse y prepararse
militarmente para defender la soberanía nacional.
Venezuela
necesita y reclama un acuerdo nacional que le
devuelva la calma y la esperanza, y eso pasa por crear un
ambiente de tolerancia, no
violencia y coexistencia entre
los factores que se disputan el poder. Ninguno de los actores políticos en pugna puede pretender la capitulación incondicional del otro, ni
mucho menos el exterminio del contrario. Hoy más que
nunca, Venezuela necesita un Pacto de
Convivencia Pacífica que le ponga fin a la represión, conceda la
amnistía a todos los presos políticos, asegure los derechos políticos de la
oposición, pero también le asegure protección y garantías de no persecución a los
que tengan que entregar el poder. Solo así se podrá recuperar la alternabilidad en el
poder político por la vía constitucional, democrática electoral y pacífica.

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